Cuando era pequeño me encantaba intentar atrapar las pompas de jabón en el aire. Disfrutaba corriendo detrás de ellas, y ellas, huidizas de mí, sabiendo que al ser atrapadas dejarían de existir, algo que yo ignoraba, casi siempre conseguían escapar. Me pasaba algo similar con los papeles o plásticos atrapados en corrientes de aire, pero estos siempre fueron más fáciles de atrapar, y eso les restaba interés.
Hoy me pasa lo mismo con mis pensamientos. Los veo como esas pompas de jabón, algunas grandes, otras apenas visibles, que huyen de mí, y que de vez en cuando consigo atrapar. Sigo corriendo detrás de ellos, como el niño que fui, como el niño que soy, y algunos vuelan más allá de mis manos, apenas habiendo podido disfrutar de ellos un instante, otros los siento cerca, y al tocarlos se desvanecen. Y sigo, como aquel niño, como este niño, intentando buscar lo que quedaba de esa pompa en los restos de jabón que han quedado en mis manos, sin poder volver a leer esa idea, ese pensamiento, que unos segundos antes parecía maravilloso.
Yo, como entonces, siento una enorme frustración por esa pompa que se me escapó cuando casi parecía mía.
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2 comentarios:
Nuestros pensamientos en forma de pompita, desencadenan otras pompitas y asi mas y mas. Esos son los mejores momentos de la vida cuando pensamos en pompitas de jabon: Pero cuando en vez de pompitas desencadenamos pensamientos malos que no tienen forma de pompita de jabon que podemos explotar con los dedos. Lo unico que podemos hacer es esperar a que los pensamientos de pompitas de jabon vuelvan a nuestra mente y no torturarnos con los malos. Porque la felicidad radica justo en el momento en que gozamos con la pompita de jabon da igual que haya explotado, hemos disfrutado viendola volar. Y la felicidad no es un estado de animo constante es como la vida de una pompita de jabon.
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